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Imagen de Luis Sánchez Olmedo (Cultoro) |
Cuando los toros embisten y los
toreros templan, la fiesta de los toros nos recuerda el espectáculo glorioso,
el arte memorable, la lucha poderosa que puede ser. Y así fue hoy en Madrid. La
conjunción de toro y torero quedará para largo en nuestras memorias. Jabatillo, toro de Alcurrucén herrado
con el 145, de septiembre de 2010 y 525 kilos de peso. Presentación justita, sospechoso
de pitones, pero rebosante de entrega y emoción en la muleta. Transmisión,
codicia, humillación, repetición, fondo, fijeza de noble, acometividad de
fiero, encastado en el lado bueno; nada en el lado malo. El toro muletero
perfecto. Se deslizó por ambos pitones buscando la templada muleta de Sebastián Castella, nuevo Rey de
Francia, o al menos de los toreros franceses, Sébastien I. Se gustó en el
recibo capotero con templadas y encajadas verónicas que no terminaron de
conectar. Y con la muleta, tras caluroso recibo típicamente suyo, cambio por la
espalda incluido, se puso a templar, mandar, conducir y obligar por abajo al
oponente, que se convirtió más bien en aliado. Como aliada fue la ovación
atronadora tras la primera tanda. Gente en pie. Qué tanda. Pelos como
escarpias, piel de gallina, escalofríos. Impresión, adrenalina. Sonoros olés
durante una faena de moderados altibajos. Nota alta para la torería y la
templanza de un torero que muchas veces las ha echado de menos. Basándose en un
pitón izquierdo fetén; qué digo, fetiche, hiló Su Majestad dos tandas de
naturales de trazado largo y profundo, dando el medio pecho. Y cogió la espada
para matar de estocada entera, baja pero certera, que tumbó al toro en veinte
segundos. Jabatillo, toro de vuelta
en Madrid; Castella, torero de Puerta Grande. Al fin, Sebastián. Hoy terminó la
República de Francia. Hoy se instauró la monarquía de los toreros. Lástima que
el sexto, manso de libro, no se entregara. Sería republicano.
La corrida fue de Alcurrucén. Baja en bravura y casta;
tan sólo se salvó el memorable tercero, cuya pelea en varas fue más bien
regular. Presentación morantista, es decir, con pitones afeitados, toros
terciados, uno impresentable, todos justos. Remate escaso y pitones poco
tocados.
El petardo fue de Morante. Uno más para lista. Los
aficionados madrileños, y particularmente los isidros que sólo van a ver al genio incomprendido, se estarán
acordando del año pasado. Y del anterior. Porque la historia, tristemente,
siempre es igual. La actitud del andaluz fue vergonzosa; su abuso del pico en
el primer toro, indiscriminado. Ni un pase en toda la tarde. Madrid jaleó
verónicas enganchadas en el recibo al primero. Como "preparado, dispuesto anticipadamente
algo o el ánimo de alguien para un fin determinado " define la RAE la
predisposición. Nada más que añadir, señoría.
De El Juli la historia de siempre. Su primer novillo, segundo de la
tarde, apuntó alto en los dos primeros tercios, pero se desinfló ante la muleta
del Todopoderoso y recortó el viaje. Ante el quinto, poco más destacable que un
quite de verdad, cargando la suerte, ofreciendo el pecho, templado, torero. En
la muleta fue soso, rajado y parado, así que de nada sirvió el esfuerzo de
Julián. Ventajismo en la suerte suprema y aplausos baratos -cosas de los llenos
de "No hay billetes"-.
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