Todo sonaba bien: el único y personalísimo Antonio Ferrera, el siempre interesante y clásico Diego Urdiales y la figura del cartel, Miguel Ángel Perera, matando toros de un encaste distinto al habitual. Pero los 'adolfos', apodo habitual para los astados de Adolfo Martín, fallaron. La tónica dominante fue la falta de recorrido, las excesivas miradas al torero y la falta de entrega, de decisión, de empuje, de CASTA. Cuesta abajo de la ganadería proveniente de Victorino, con encaste Saltillo-Albaserrada, que no parece tener más remedio que una limpieza de toros y la adquisición de algún nuevo semental.
De falta de esta casta adoleció el quinto, segundo de la tarde para Diego Urdiales. El riojano se inventó una faena muy torera, muy clásica, pura y de verdad en la que ofreció el medio pecho y toreó hacia dentro, buscando enroscarse el toro en la cintura. Encontró algo que explotar por el pitón izquierdo por lo que instrumentó una faena al natural, pero en las últimas tandas volvió a la mano derecha y la faena cayó. Dos pinchazos y una estocada le arrebataron la oreja, a lo que el público de Madrid, para sorpresa de muchos, aplaudió al toro en el arrastre y silenció fríamente a su matador. Dijo sentirse "incomprendido" y se le vio visiblemente ofendido por la falta de respeto continua por parte de cierto sector del tendido, que parece ir a la plaza a vetar todas las faenas, silbando sin ton ni son.
Sublime Diego Urdiales al natural |
El asesinato al segundo en el tercio de varas, en el que el picador, cuyo nombre confieso no conocer, se empleó con ahínco en dos puyazos traseros, le dejó sin opción alguna llegados al tercio de muleta.
Temple, firmeza y poder en la muleta de un Miguel Ángel Perera que abrió la Puerta Grande de Madrid por su faena al que cerró plaza, un toro que humilló y repitió con clase, franqueza y desesperante nobleza. Como otras tantas tardes, el extremeño volvió a demostrar gran firmeza, disposición y valor pero pecó de descargar la suerte, quitándole pureza al muletazo y restando verdad a su increíble faena, merecedora, a mi parecer y en contra del presidente, de una sola oreja. A menudo pienso que es una lástima que nos perdamos faenas históricas llenas de pureza y verdad por la manía de echar la pierna atrás, escondiendo la femoral.
Derechazo con el toro embarcado de Perera |
Mucha actitud e infinita superioridad al tercero, muy mirón y reservón, que nunca se entregó ni embistió con opciones. Una vez demostrada la superioridad solo quedó matarlo.
Tarde discreta de Antonio Ferrera, quien, a mi parecer, fue superior a sus dos toros, los peores de la tarde. La faena al abreplaza fue de auténtico experto conocedor del toro de lidia, es decir, de maestro, de figura, si bien fue demasiado encimista con una res que pidió distancia. Dignidad y superioridad fue todo lo que pudo mostrar ante el cuarto, el más manso de la corrida que siempre midió mucho. Las banderillas a este último fueron infinitamente más lucidas que las del primero, pero la colocación no fue tan exquisita como en otras ocasiones.
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