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domingo, julio 05, 2015

Peligro: San Fermín

Se acerca San Fermín. Un día para el chupinazo y dos para el primer encierro -este año será Jandilla quien abra la veda. Y después, lo de siempre: encierros de martes a domingo, terminando con Miura, exceso de afluencia y de inconsciencia de quienes no saben leer el peligro en el toro. Habrá quejas, y tendrá que haberlas, por la nula limitación del acceso al recinto que correrá el sexteto. Viejas costumbres que nunca cambian. Las quejas, si nada las remedia, no cesarán, especialmente si tienen razón de ser. Así que precaución, porque San Fermín no sólo es vestirse de blanco, ponerse un pañuelo rojo al cuello, calzarse unas zapatillas y a correr. San Fermín es peligro, es cornadas y es muerte. Aunque habitualmente no tenga efecto, siempre está ahí, escondida, vigilando desde las vallas de protección a quienes se lanzan a la carrera junto a un toro. Correr un encierro en Pamplona (con el toro de Pamplona) puede valer una semana de hospital y un mes en cama. O puede valer salir con los pies por delante hacia tu tierra para ser enterrado. Es la crudeza del toro y el riesgo que entraña acercarse a una bestia indómita. El espectador no debe ver un encierro en Santo Domingo, Mercaderes o Estafeta; debe alejarse del peligro y verlo, en todo caso, tras las vallas situadas al uso. O mejor aún, en un balcón de cualquier calle principal con un buen desayuno, aunque eso, claro, está al alcance de pocos.

Claro que en los últimos años hemos observado una evolución un tanto sospechosa de los sanfermines. Quizá el recorrido descrito por los toros sea excesivamente uniforme para ser natural y pueda inducir a la sospecha de algún tipo de manipulación que en ningún caso es demostrable. Nadie puede asegurar que los toros corren el encierro de manera natural, sin sedación alguna de por medio: eso nunca lo sabremos. Pero un encierro es peligroso per se, y un cornúpeta sedado sigue siendo un cornúpeta y encima pamplonica: con su enorme seriedad, gran tamaño y aún mayor fuerza. Fortaleza como para zarandear a una persona sin más esfuerzo que un movimiento de cuello.


San Fermín es una fiesta grande, pero puede ser igualmente triste y trágica. O sin llegar a la muerte, dramática. Es necesario hacer un llamamiento a la precaución, una concienciación de quienes piensan participar en encierros sin la debida preparación. Y eso es lo que quiero hacer desde aquí: un llamamiento al predominio de la razón sobre el atrevimiento, sobre las decisiones espontáneas tomadas por personas alcoholizadas e inconsecuentes. Una apelación a la fiesta sana en el sentido más estricto de la palabra: sin cornadas, hospitalizaciones y por supuesto sin funerales. Quien no haya empezado a trabajar en el físico hace varios meses ya llega tarde. Deberá pensar mejor si merece la pena sacrificar su vida y el sufrimiento de quienes le rodean por ver al toro a dos en lugar de a cinco metros. Sean listos, usen la cabeza. Y, ante todo, disfruten.

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