Como ya adelantamos en la primera entrega, el dinero zarandea
también los valores propios de una persona, así como el sistema moral y ético
con que juzgamos hoy, que tiene su origen en la oscura influencia del rancio
catolicismo medieval -aunque, a decir verdad, sigue siendo rancio-. Los valores
a los que me refiero son los de nuestros queridísimos antitaurinos, el ejemplo
de la sociedad, el lucero de los imbéciles que disfrutamos con la barbarie y
que no saldremos del agujero salvo que nos dejemos guiar por estos adalides de
la libertad y el progreso. A los antis, ya que hablamos (y ahora sin ironía de
por medio) de imbéciles, se la trae al pairo la moral, el respeto por los
animales, la abolición de la tauromaquia y esos aires de veganos respetuosos con
el medioambiente que llevan. Cuando huele a billetes de cien euros se les
cambia la cara y olvidan su propio objetivo para cambiarlo rápidamente por
ganar, ganar y ganar en una ascensión ilimitada de la ambición humana propia de
nuestra sociedad del siglo XXI.
Son muchos los escándalos que el equipo de "La economía
del toro", con Diego de la Cruz a la cabeza, ha desvelado acerca de los
líderes del partido animalista, el PACMA. En efecto, los cabecillas de esta
conjunción de cabras locas sin ideología han llegado a renunciar a sus
principios por dinero. Ya saben, "estos son mis principios; si no le
gustan, tengo otros". Entre esos hipócritas de los que hablamos cabe
mencionar a Virginia Iniesta, que experimentaba con perros a los que incluso
sacrificaban por las mañanas al tiempo que aspiraba al parlamento europeo con
su partido por las tardes; a Manuel Macià, que llegó a ser presidente mientras
cobraba subvenciones por sacrificar vacas y cuyo rastro ha sido totalmente eliminado
en la página web del partido; o simplemente a la organización en general, que
es financiada en gran parte por Holanda, a buen seguro por algo a cambio, ya
que es altamente improbable que cuatro holandeses inviertan desinteresadamente
en la abolición de un espectáculo que difícilmente conozcan y que de ningún
modo les afecta. Claro que, si venimos con esas, tampoco los antitaurinos
españoles saben de qué va la fiesta. Auto-culpable incapacidad en términos
kantianos. Pura ignorancia, para entendernos.
El dinero, al fin, pervierte el sistema taurino tanto como
el orden mundial. Una perversión basada en medios tergiversadores,
pseudo-aficionados con fines únicamente económicos, espectadores escasamente
interesados en información veraz y opositores corruptos y traicioneros (ya que
traicionan sus propios valores). Pero es evidente que no es algo fácilmente
soluble, así que la única salida posible es aprender a convivir con él y con
los problemas que ello conlleva. Sólo debemos recordar que, cuando esas pegas
se tornan en la pérdida de la esencia del espectáculo, su futuro se oscurece
paulatinamente hasta desvanecerse. Empresarios, portales, aficionados y
espectadores: anden con ojo, porque su derrota significaría la pérdida de un
espectáculo con un pasado inabarcable que no merece ser olvidado por culpa de
unos ignorantes sin cabeza.
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