Ante este evidente peligro, me pregunto por qué las fuerzas
de izquierda abogan por la prohibición de la tauromaquia. Resulta llamativo ver
a los miembros de Podemos rehuyendo preguntas en debates políticos argumentando
que su verdadero interés es la calidad de vida del pueblo y derrocar a la
casta, al tiempo que el partido no duda en afirmar tajantemente en cada
programa que redacta que está en contra de las corridas de toros, novilladas,
rejones y lo que se tercie. La destrucción sistemática de la amplia cultura
taurina recuerda a regímenes de otro tiempo que podríamos identificar con ambos
lados del panorama político. Se trata de una prohibición despótica que atenta
contra la libertad básica de acudir a aquellos festejos que cada cual quiera. Es
la prueba del escaso aprecio por la cultura y la falta de altura de miras de la
izquierda española que, no obstante, también se muestra en la derecha, porque
son éstas características muy españolas. Los prejuicios, con esa
superficialidad y banalidad que los rodea, conforman el sustento de la
ignorancia. Y, como todos sabemos, la ignorancia es atrevida.
El peligro, por tanto, es real, y la reacción al mismo es de
momento inexistente. Mientras que los aficionados más sectarios hablan de
partidos comunistas o marxista-leninistas, aprovechando para reprochar a
quienes han votado a esos partidos que traerán la pobreza a Españazuela -¿más
pobreza?-, los profesionales no se unen, no pelean por su derecho
constitucional a trabajar y se mantienen más preocupados por disputas internas
propias de un sistema corrupto como el taurómaca. Decía Erice hace unos días
que no se ha puesto en contacto con Ahora Madrid para preguntar por el futuro
de Las Ventas. Pues despierte ya, amigo, deje de vacilar y acuda raudo a una
reunión lo más temprana posible para aclarar que cualquier prohibición tendrá
consecuencias sociales y jurídicas. Tampoco los famosos que se autodenominan
taurinos se involucran en la defensa de un espectáculo en vertiginoso declive.
Muchos de ellos han sido contactados por el medio en el que escribo y han
evitado cualquier tipo de entrevista o "confesión", probablemente
amedrentados por las constantes amenazas de los siempre irrespetuosos
antitaurinos.
Buenos días, señores. Debemos despertar. La tauromaquia peligra.
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