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miércoles, julio 16, 2014

Ceret 2014

Céret, una de las ferias más importantes para el aficionado torista. Aficionados de diversos lugares peregrinan cual camino de Santiago a un pueblo con un sello muy particular por sus costumbres y su forma de entender los espectáculos taurinos. La cultura catalana está tan arraigada que Els Segadors suena antes de cada paseíllo, con naturalidad, sin complejos. Cientos de aficionados reprimidos por motivos políticos se desplazan hacia el norte huyendo de la prohibición.


Tercios de varas de la Feria
 
Céret da a los aficionados otro punto de vista muy distinto al español. Los franceses, a diferencia de nosotros, han entendido la importancia de la lidia y no la conciben como un mero trámite. Exigen tercios de varas espectaculares, si bien este año ambos picadores y cuadra -alquilaron una nueva a Caballos Navarro- fallaron. Además, allí saben apreciar toros de todo tipo: desde los más "fáciles" hasta los encastados y exigentes (estos últimos, toros que, afirmo con seguridad, en una plaza supuestamente torista como Bilbao habrían recibido pitos en el arrastre).

Abrió feria Adolfo Martín con una corrida brava, encastada, exigente. 'Monerías', sorteado por Camille Juan, causó el pánico en los tendidos y en el ruedo. El torrente de poder sobrepasó a un joven matador francés de cinco años de alternativa y cinco festejos. Lógico, por otra parte. Oreja por toreo templado a Robleño y lo de siempre para Urdiales: mucha calidad, pero ausencia de ligazón. Como un champán caliente: no convence.

Entre novillos y toros pasó el domingo. La desconocida Vale do Sorraia dejó apuntes interesantes pero estuvo en manos inexpertas. Sin ser una novillada buena, los novilleros estuvieron en novilleros y cualquier ápice de casta les pudo. Diego Fernández estuvo digno en su primero y salió abucheado en su segundo tras entrar a matar ocho veces, Roberto Blanco no se templó pero pudo con su lote y de Vicente Soler se pueden rescatar buenas banderillas en el sexto rodeadas de dudas y vulgaridad.

Tampoco sabíamos mucho de Felipe Bartolomé y no sorprendió. En una tarde de estampa antigua, de torería, temple, exposición y verdad, el eterno Frascuelo dejó un sabor único tras una faena al natural al cuarto. Su inclusión en los carteles fue un homenaje a él, a lo que representa, a los aficionados románticos y a la tauromaquia en general. Muy distinta fue la lucha de Lamelas con el segundo, que exigió y recibió temple y mando. No fue un toreo bonito pero fue eficaz. Merece más carteles para demostrar. Esaú Fernández, sin materia bruta, tampoco hizo mucho por ganarse el pan. La cabeza estaba en los Miuras de Pamplona.

Don José Escolar Gil y Victorino Martín se midieron en un pulso con tres toros cada uno. Ganó el primero en varas y en muleta por un Toro, Cantador, cuarto de la tarde, número 38, cárdeno entrepelado. Cosas de la casta, el toro exigió y Robleño respondió, lo que valió una oreja. Alberto Aguilar, ayudado por una prótesis en su tobillo izquierdo, remedió su pasotismo en el tercero con mando y temple al natural en el sexto. También esa faena vulgar valió una oreja en Francia. Va a ser cierto que con trofeos bajan el listón. Pum, se bajó el telón. Hasta siempre, Céret.


La plaza recién abierta. Este año se llenó en tres festejos.




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