Cosas de las modas. De repente, sin venir a cuento, en
aparente respuesta a los ataques antitaurinos a la fiesta, nos da por indultar
a lo loco, a diestro y siniestro, sin cabeza. Indultar por comportamientos
bobalicones y toreables, dejando de lado la auténtica bravura. La que, elevada
a la quinta exponencia, sólo se demuestra en pelea brava empujando el caballo.
Indultamos como si eso nos salvara, cuando la propia
presidenta del PACMA dice que sería absurdo mantener la tauromaquia sin la
muerte. Pasa en Portugal, y es hasta peor. Como defiende Francis Wolff en su
libro 50 razones para defender las corridas
de toros, el toro bravo sufre incluso más por el estrés que por el dolor. Y
el estrés del transporte hasta la plaza, la lidia en la misma y el camino hasta
el matadero es peor que el dolor que causan dos puyazos, seis banderillas y una
estocada.
Así que indultar no salvará la fiesta. Más bien al
contrario, la devaluará, porque la exigencia para con el comportamiento de toro
disminuirá progresivamente hasta llegar a un mínimo absurdo. Y perdida la
exigencia, perdida la esencia. Perdido el rigor que soporta la tauromaquia como
evento cultural. Una tauromaquia con indultos por doquier derivará en una
fiesta triunfalista.
La tauromaquia de los indultos alegrará a los alocados
antitaurinos en su cruzada contra la Muerte o contra su representación. La
Muerte es para los antitaurinos una malévola señora que debe permanecer
escondida bajo el luto que otorga la oscuridad. Oscuridad como la que existe en
un triste matadero en el que los animales desfilan en busca de una bala en la
cabeza o un machetazo en el cuello que en el acto lo parta en dos. Grotesco.
Esta neo-tauromaquia también logrará satisfacer los caprichos de los matadores
a los que irrita que los trofeos dependan considerablemente de la suerte
suprema. Suprema.
Indultar será un giro al fútil triunfalismo que satisfará a
la prensa del sector. Esa prensa rancia, obstinada en la vil mentira como base
de un sistema corrupto. El dinero lo es todo. El fin de obtenerlo justifica los
medios, aunque traicionen cualquier código deontológico periodístico. Mentir por
mentir para ganar por ganar. O para permitir que otros ganen mucho a costa de
hundir el negocio del que vive precisamente esa prensa calzonazos.
A esa prensa calzonazos le gusta el triunfalismo porque la
defensa de un espectáculo festivalero forma parte del camino trazado por las
figuras del toreo -bien lo manifiestan las declaraciones de Perera en las que
pide triunfalistas en los tendidos. De ahí la campaña de la prensa que rodea al
mundo del toro, en especial la de un medio que une ambas palabras. Y cuando una
idea gusta a prensa, matadores y opositores, estamos jodidos. El triunfalismo
es el futuro degradado de la tauromaquia, y su mayor representación es el
indulto alocado.
Mira a ver si te puedes pasar por mi blog y hacerme un poco de publicidad, es por un trabajo del cole jajajaja. http://torosiii.blogspot.com.es/
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