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jueves, agosto 27, 2015

El rodillo de Perú

Amenazó lluvia en Bilbao. Pareció acercarse una tormenta de verano. El cielo se oscureció, las masas miraron al cielo y despertó en Vista Alegre el murmullo de las tardes en las que cualquier distracción se convierte en el foco de atención. Estaba en el ruedo el tercero, huyendo de capotes, mostrándose abanto, reconociendo tendidos y husmeando tablas. Pocos prestaron atención al liviano tercio de varas, con rasponazos por puyazos. Algunos vieron el quite de Posada, que quiso acordarse de Chicuelo, y la réplica de Roca Rey con tafalleras ajustadas.

Pero resultó que no llovió. No llegó esa tormenta arrasadora y ligeras gotas dieron paso a más nubes que claros. A Andrés Roca Rey no le gustó, y decidió que, si no lo hacía la lluvia, él arrasaría en Bilbao. Activó su función rodillo y pasó por encima de las inclemencias del tiempo en forma de viento racheado, de sus compañeros de cartel y de novillos a menos. Encendió el piloto automático de figura consagrada recién mayor de edad, figura novilleril quizá, pero figura en cualquier caso.

El viento agitaba la muleta mientras Roca Rey quería recibir al tercero por estatuarios. No le importó. Procedió con éxito y se puso a torear. Hubo transmisión en las rebrincadas embestidas de Minera. Las entendió el peruano tras dos tandas, y toreó pasándose al del Parralejo por la faja, a una distancia no vista hasta ese momento. Cuando se afligió el novillo, se echó encima Roca Rey (quizá demasiado) y mostró su enorme poder. Cantó la gallina el oponente tras fracasar en su intento de prender al torero por el resabiado y mirón pitón izquierdo. Manoletinas ajustadas y una estocada ligeramente caída valieron una oreja importante.

Pero no le valió. Toda la temporada abriendo las Puertas Grandes de la península y de más allá no son suficiente para el joven, y buscó en el aleonado cierraplaza el doblete que afianzara el éxito. Fue épico el inicio de faena, con tres pedresianas ajustadísimas y un desdén memorable, que levantaron de su asiento a aficionados entusiasmados. A la estruendosa ovación siguieron dos tandas de derechazos profundos y de mano baja. Respondió el novillo con embestidas humilladas y encastadas, con transmisión, hasta que quiso venirse a menos. Dijo Andy que nanay, que Bilbao es un puerto de montaña y en el Botxo hay que abrir la Puerta Grande, como si hace falta usar cadenas y luces antiniebla. Se volcó sobre Jupio para hacerle saber quién estaba delante, y lo pasaportó con un sartenazo en la misma cruz al que siguió una fuerte petición de dos orejas. Matías, al tratarse de un novillero y viendo generosa petición, terminó por sacar dos excesivos pañuelos, justificables eso sí por la actitud de un joven que pide sitio.

El cuarto fue otra película. Un primer tercio sin sostenerse en pie dio lugar a escasas protestas de un tendido conformista, que olvidó su compromiso con Bilbao, la necesidad de pedir el cambio de inválidos. Pero resultó no serlo, se animó lo justo en banderillas y llegó a la muleta con la nobleza enclasada del típico toro de nuestro siglo. Lo toreó con gusto pero sin valor Posada, abundando derechazos periféricos y medios muletazos que el almibarado Pardillo no quiso convertir en muletazos enteros. Algo de vulgaridad no fue inconveniente para que, previa estocada en todo lo alto, Bilbao pidiera una oreja a la postre concedida y aplaudiera el arrastre de un flojo desfondado. El abreplaza, Jandilla al igual que el tercero por remiendo de cinco toros lisiados, soltó la cara sin malas intenciones pero incomodó a una versión templada de Posada, que abusó no obstante del toreo de abajo a arriba, cuando de todos es sabido que el inverso es el correcto. Recogió una ovación alentadora de una plaza especialmente cariñosa.

Salió muy mal parado de la tarde Jonathan Varea. Se derrumbó tras la corrida sabedor de su petardo, de su mala actuación ante regulares parralejos. El serio segundo, auténtico toro de lidia en tantas y tantas plazas, peleó bien en el caballo que montó “Puchano”. Molestó el viento que traería lluvia, esa lluvia que no satisfizo a Roca Rey. Quizás el viento que molestó a Varea fue un presagio de lo incómodo que fue compartir cartel con el peruano. Hubo enganchones en los albores de la faena, conformada a base de derechazos desde la lejanía. Y de ahí pasó el castellonense a infundados arrimones que ahogaron al novillo, lo oprimieron y lo transformaron en un bronco ejemplar de El Parralejo que se fue al corral con quince embestidas dentro.

Estuvo listo Varea brindando el quinto a Fortes, como también lo estuvo acompañando hasta la puerta correspondiente a los picadores bajo órdenes de Posada. Tras esto volvió a pecar de encimista, y acosó a un novillo que pidió distancia media y protestó en la corta para manifestarlo. Enganchones e imprecisión con los hierros concluyeron su justificada pero decepcionante presencia en Bilbao. Temporada para olvidar.



Bilbao. Cuatro novillos de El Parralejo y dos de Jandilla (1ro y 3ro): primero cerrado de sienes; segundo bajo, bien hecho; tercero abierto de pitones; cuarto astifino, cuajado; quinto cuesta arriba; sexto aleonado, gordo.
Posada de Maravillas (nazareno y oro): Ovación con saludos y oreja tras aviso.
Varea (azul marino y oro): Ovación y ovación tras aviso. 

Roca Rey (grana y oro): Oreja y dos orejas tras aviso.

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