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jueves, junio 25, 2015

Manzanares impuso el criterio


No es fácil plasmar en el papel la emotividad de un festejo taurino que necesita ser contextualizado para ser comprendido. Y menos aún cuando quien escribe no se encuentra particularmente emocionado al contemplar la repercusión emocional de dicho festejo. Pero urge advertir, antes de analizar la última de la feria de Hogueras 2015, que hoy no fue un día cualquiera: en homenaje al recientemente fallecido José María Dols Abellán, de nombre artístico José Mari Manzanares, se unió en el cartel a sus hijos Manuel y José María, para cerrarlo con ese hijo adoptivo, esa persona que siempre estuvo cerca de él: Enrique Ponce. Un valenciano completando un cartel en Alicante, el feudo de los Manzanares, el epicentro de la tauromaquia de padre, hijo y -quién sabe- nieto.

Es comprensible que la corrida de hoy levantara tanta expectación. Con retraso causado por una muchedumbre agolpada sin restricción en el patio de cuadrillas comenzó el festejo, en un paseíllo amorfo -un caballo y dos de a pie- a cuyo final se agolparon en el ruedo periodistas y profesionales del mundo del toro para escuchar el himno de Alicante. La escena sólo puede ser comprendida desde la óptica de un público que rendía hoy un homenaje a su más admirado torero.

Pasaban veinte minutos de las siete cuando salió el horriblemente despuntado primero, de Fermín Bohórquez, procedencia Murube. En una salida a intenso galope que nadie interrumpió se desfondó, perdiendo las manos en repetidas ocasiones y pegándose dos feas costaladas. La actitud de Manuel Manzanares no sirvió para emocionar al público. Tres pinchazos y un descabello certero mandaron al toro al desolladero bajo leve pitada. Tampoco tuvo excesiva fuerza el cuarto, que nuevamente perdió fuelle tras una salida con pies y se vino abajo excesivamente pronto. Sirvió, no obstante, para que Manzanares le echara una actitud irreprochable y cortara, bajo influencia de un ambiente festivo y cariñoso, dos orejas que evitaron el regalo de un sobrero.

Las hechuras del segundo, de Núñez del Cuvillo, apuntaron a que embestiría, a pesar de su escasa presencia. Casi tanto como su fuerza. No hubo protesta en el primer tercio y la mansedumbre se hizo evidente a lo largo del segundo: tuvo querencia a tablas e hizo hilo en los tres pares. Comenzó la faena "de médico" de Enrique Ponce, que cuidó al burel con la mano a media altura y toreo rectilíneo, a favor del toro. La faena fue tan inteligente como larga e incomprensiblemente paciente: si un toro flojea no debe ser mantenido más de diez minutos en el ruedo, sino dado muerte tan rápido como el público advierta dicha flojera. Apretó el de Chiva en los últimos compases y logró cortar dos orejas a pesar del aviso. También sonó aviso en el quinto. El ejemplar, aun cuellicorto y lavado de cara, tuvo más presencia que los anteriores. La magnífica brega de Jocho y la lidia a medida de las exigencias del astado ayudaron a que se entregara en la muleta con entrega, movilidad y repetición. El temple de un Ponce excesivamente al hilo que abusó del pico le sirvió para emocionar al respetable y para recibir una calurosa ovación a la que siguió una vuelta al ruedo. La Puerta Grande, al fin y al cabo, ya estaba asegurada.

Fue el tercero un manso que tuvo su chispa hasta que cantó la gallina y huyó a las tablas. La correcta elección de terrenos de José María Manzanares retrasó la inevitable capitulación del oponente. No quería guerra. Y sin embargo, regaló embestidas con humillación que se encontraron con un torero inseguro y dubitativo que usó el viento como excusa. Cortó dos orejas gracias a unos circulares horribles que Alicante disfrutó. El cierraplaza, como el quinto, fue un toro bien hecho, más rematado y con más cuajo que los impresentables segundo y tercero. El buen puyazo de Barroso y las banderillas lucidas de Curro Javier y Luis Blázquez (que, de hecho, saludaron) predispusieron al público hacia un triunfo que implicaba la perfección del homenaje a José María Manzanares padre. Faena en los medios del hijo a un manso enclasado con nobleza y repetición. Periférico, al hilo y ventajista, el alicantino supo medir el temple y aprovechar las embestidas de un toro que parecía hecho a medida: su mansedumbre le hacía abrirse al llegar al embroque y su pitón izquierdo era ostensiblemente peor que el derecho (cualidad de la que Manzanares y su incapacidad para decir algo al natural sacaron provecho). Dos orejas más y alocada petición de rabo.

Hasta aquí el análisis objetivo. Pero es necesario, por los motivos ya expuestos, recordar que la corrida fue un homenaje a un gran torero que aún reside en la memoria de los aficionados, con más énfasis (si cabe) en la de los alicantinos. Hoy, objetividad aparte, Manzanares padre y las emociones que su muerte suscitaron marcaron el criterio.

Alicante, a 24 de Junio de 2015. Casi lleno. Dos toros de Fermín Bohórquez: primero justo de presentación; cuarto cerrado de pitones y cómodo por delante; y cuatro toros de Núñez del Cuvillo: segundo muy bajo; tercero impresentable por cerrado de sienes, lavado de cara y gacho; quinto más serio, cuellicorto; sexto bien hecho, bajo y de hechuras aceptables:

Manuel Manzanares: Ovación y dos orejas.

Enrique Ponce: Dos orejas tras aviso y ovación tras aviso.

José María Manzanares: Dos orejas y dos orejas.

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